Ya estamos en la sexta escala de nuestro primer viaje a Europa en familia.
Como cuento en las entradas anteriores, después de pasar por Londres, Roma, El Vaticano, Calabria y Florencia, llegamos a Venecia a orillas del Mar Adriático, la ciudad de los canales, la cuna de Marco Polo, nuestra última parada italiana.
Después de esquivar la maratón de Florencia, que nos hizo caminar dos kilómetros con las valijas, llegamos a la estación de Santa María Novella, desde donde tomamos el tren de alta velocidad Freccia Argento, que en 1:53 hs, nos depositó en la estación Mestre, nuestra base de operaciones para la visita a Venecia.
Eh, pero Mestre no es Venecia! No, es verdad, pero tiene algunas ventajas.
Mestre
Mestre está en tierra firme, unida a las 118 islas que forman Venecia, por el Puente de la Libertad.
Este puente tiene varias vías de circulación, para autos y autobuses, para bicicletas y para trenes. Se puede cruzar en unos 10 o 15 minutos en autobús y el boleto cuesta €1.25. Sino, se puede usar el tren regional, que cuesta unos €2 y llega hasta Santa Lucía, al borde del Gran Canal, desde donde se pueden tomar los «vaporettos», las lanchas colectivas, que van recorriéndolo y deteniéndose en las muchas paradas que hay.
El costo del vaporetto es de €7 por cabeza, un poco caro, pero como solo íbamos a estar dos días, lo tomamos igual.
Mestre tiene varias ventajas, como punto principal, el precio del alojamiento. Los hoteles son bastante más baratos que en la propia Venecia. También es útil si se quiere llegar en automóvil, ya que a las islas solo se puede llegar hasta el final del puente y dejarlo en alguno de los estacionamientos, que son bastante caros, creo que unos €24 por día.
Además para llegar a los hoteles de las islas, hay que tomar el vaporetto y después caminar, con el agregado de que están prohibidas las valijas con ruedas por el ruido que hacen. Que no se respete es otra cosa.
Otra ventaja, es que está más cerca del aeropuerto y consecuentemente sea más barato llegar.
Nosotros nos alojamos en el Hotel Aaron, reservado por Booking, que queda a unos 400 m de la estación. Un hotel pasable, sin nada especial, pero que cumplió su función por el tiempo que estuvimos.
Una vez acomodados, hicimos el recorrido que conté antes, autobús hasta Piazzale Roma al final del puente y vaporetto hasta la estación fluvial San Marcos, la más visitada, el centro turístico de Venecia.
Estación Santa Lucia
Parada del vaporetto en Piazzale Roma
Venecia
Quiero hacer un comentario aparte. Antes de viajar, mucha gente me dijo que más de dos días en Venecia no hacían falta, que no valía la pena, que en poco tiempo veía todo, etc, etc.
Esto es en parte cierto, porque nosotros no teníamos mucho tiempo, como vengo relatando desde el principio del viaje y lo más importante y turístico se puede ver en poco tiempo.
Pero déjenme darles un consejo, si no están apurados, si les gusta disfrutar en paz de un paisaje, si les gusta la arquitectura y la historia, quédense al menos un día más; caminando, recorriendo el Gran Canal, visitando las islas más apartadas o simplemente sentados en la costa para ver pasar las góndolas o esperar el atardecer. Puedo asegurar que no se van a arrepentir.
Navegando el Gran Canal
La construcción de la plaza se inició en el siglo IX, pero la forma actual es de 1177, (o sea siglo XII), y la pavimentaron 100 años después, (o sea siglo XIII).
La plaza es el lugar más bajo de Venecia, por lo que cuando hay «acqua alta«, (creo que en invierno), es el primer lugar en inundarse. Así que, más vale tener botas a mano, si no les gusta chapotear por la historia.
Los edificios más importantes de esta plaza en forma de «L», son la Basílica de San Marcos, el Palacio Ducal, el Museo Correr, el Campanile y la Torre dell’Orologio.
Plaza San Marcos
Llegando a la plaza
Al fondo la Torre dell’ Orologio
No la conocen? Y bueno, les dije que era vieja!
Como este museo no estaba planificado y se podía visitar el Palacio Ducal al otro día con la misma entrada, hacia allí fuimos. Se puede recorrer, (sin demasiado detalle), en una hora y ver los salones, bibliotecas y esculturas que hicieron interesante y recomendable el paseo.
Después de la visita, disfrutamos de la plaza y del atardecer en la costa, y ya cansados, tomamos el vaporetto de vuelta a Santa Lucía y de allí el autobús a Mestre.
Las salas del Museo Correr
El palacio comenzó siendo un castillo fortificado en el siglo IX, aunque después de un incendio, tuvo que ser reconstruido y utilizado como fortaleza y prisión.
Desde el Palacio Ducal 120 dogos, (dirigentes de las repúblicas marítimas de Venecia y Génova), dirigieron el destino de Venecia durante casi 1.000 años.
La belleza del Palacio Ducal
El nombre del puente no es tan romántico como parece, viene dado por ser el camino que seguían los condenados a muerte, ya que desde sus ventanas veían por última vez la Laguna Veneta.
El Puente de los Suspiros y lo último que veían los condenados
La construcción de la basílica, que en principio iba a ser una prolongación del Palacio Ducal, comenzó en el año 828 para albergar el cuerpo de San Marcos traído desde Alejandría.
Aunque la obra actual pertenece básicamente al siglo XI, ha sufrido diferentes alteraciones y modificaciones con el paso del tiempo. La basílica actual, de planta de cruz latina y cinco cúpulas, se convirtió en la catedral de la ciudad en 1807.
Para entrar a la basílica, no hay que pagar, pero se puede reservar un acceso prioritario online y por €2 se ahorrarán la fila, que en abril, cuando estuvimos, duró una media hora.
Otro detalle a tener en cuenta, es que no se puede entrar con mochilas y si las llevan, deben ir a dejarlas a una especie de guardarropas que hay a la vuelta o turnarse para entrar y que alguien se quede cuidándolas, (esto es lo que hicimos). Después de dejar la mochila, no es necesario hacer nuevamente la cola, se entra por el lado izquierdo de la entrada.
Basílica de San Marcos
Cuando terminamos, fuimos a recorrer un poco los alrededores, saliendo por debajo de la Torre dell’ Orologio e internándonos en las peatonales de Venecia, cruzando puentes y escuchando en cada canal, la oferta del típico paseo en góndola.
Después del almuerzo, que tuvo un costo parecido a lo que gastamos en todos los lugares de Italia que visitamos, alrededor de €40 ó €45 para los cuatro, finalmente aceptamos la oferta y a pesar del costo, nos subimos a una góndola.
Los paseos tienen un precio fijo de €80, sea uno, dos o hasta seis pasajeros. Algunos dicen que para que el gondolero cante hay que pagar más, así que lo mantuvimos en silencio.
También hay que tener en cuenta donde suben, porque de eso depende el recorrido que haga. Por ejemplo, nosotros salimos al Gran Canal, a la altura del Puente de Rialto, pero si hubiéramos querido salir cerca de Santa María della Salute, tendríamos que haber buscado una «parada» más cercana.
El paseo duró unos 35 ó 40 minutos y realmente fue un placer. El andar de las góndolas de once metros de largo, esquivando por centímetros las esquinas cuando doblaba; el gondolero apoyándose en las paredes para recuperar la dirección; las explicaciones de los lugares por donde pasábamos; en fin, todo excelente.
Realmente vale la pena, una de esas cosas donde no se puede o no se debe ahorrar y que marcan la diferencia entre lo que es caro y lo que cuesta mucho dinero.
Nuestro gondolero
Un paseo inolvidable
La casa de Marco Polo
Puente de Rialto
Una vez terminado el paseo, seguimos caminando hasta el Puente de Rialto, el más antiguo de los cuatro puentes que cruzan el Gran Canal de Venecia.
Se construyó entre 1588 y 1591, con un diseño del arquitecto Antonio da Ponte para sustituir al anterior puente de madera, ya que éste se había derrumbado dos veces y había sido quemado en otra ocasión.
El Gran Canal desde el Puente de Rialto
Mercado de Rialto
Reloj de 24 hs
Las callejuelas de Venecia
Basílica de Santa María della Salute
El Campanile de San Marcos
Basílica de San Giorgio Maggiore
Debo, antes de terminar, contar una anécdota que solo puede pasar en un viaje.
En Mestre, buscando un lugar para comer, encontramos un restaurante a la vuelta del hotel y como no teníamos muchas opciones, entramos. Solo había una pareja, bastante disimulada en un rincón y un señor italiano que nos atendió amablemente.
Hasta ahí todo normal, iba a ser la típica comida italiana que acostumbrábamos tomar, pero en un instante todo cambió.
Cuando empezamos a comer, entraron cuatro jóvenes chinos, se sentaron tranquilamente para cenar, el dueño les trajo la carta y ahí empezaron los líos.
Los chinos no entendían italiano, el italiano no entendía el chino y se empezó a complicar la situación. Aunque los orientales trataban de hablar inglés, el mesero no entendía y se empezó a poner un poquito nervioso e impaciente, a pesar de que no tenía a nadie más a quien atender.
Para complicar más las cosas, intentaban pedir platos con carne, ensaladas y spaghettis con langosta, todos cosas distintas y complicadas de explicar; así que decidimos intervenir, no sé si como buenos samaritanos, como entrometidos o solo para que no nos alcance una bala perdida si las cosas seguían así.
Así que los chinos le chapurreaban en inglés a mi mujer, que a su vez me contaba en español lo que trataban de decir y yo se lo traducía a nuestro ya ofuscado anfitrión en italiano.
Después de unos minutos, finalmente logramos entendernos entre todos, los orientales comieron y nuestro amigo italiano terminó con un filosófico … Ma perché non parlano in italiano? (Por qué no hablan en italiano?)
Y no, eran chinos . . .
Bueno, finalmente huimos mientras todos nos agradecían, antes de que pidieran el postre y sacaran las katanas y las metralletas, terminando ilesos nuestra corta estadía en Venecia.
Al otro día bien temprano, tomamos un taxi al Aeropuerto Marco Polo, desde donde abandonamos definitivamente Italia, después de nueve maravillosos días, con destino a nuestra séptima escala, una que me llenaba de expectativas, París, la Ciudad Luz!