Bienvenidos a El Vaticano!!!
En esta tercera entrada, después de contar nuestro paso por Londres y algo de Roma, les voy a relatar nuestra experiencia en El Vaticano y lo que queda de nuestra visita a la ciudad eterna.
El Vaticano es el estado independiente más pequeño del mundo y seguramente uno de los más poderosos. Realmente es visita obligada si están en Roma, sean de la religión que sean.
Como llegar
Para llegar a El Vaticano desde Termini, hay que tomar la Línea A del metro y bajar en la estación Ottaviano, a pocos metros de la “frontera”.
Pasando por la Plaza del Resurgimiento, frente a los Museos Vaticanos, caminamos por la Via di Porta Angelica, hasta atravesar la columnata de Bernini, para llegar a la Plaza San Pedro.
Plaza San Pedro
El diseño de la plaza, realizado por Bernini, está enmarcado por la columnata que sale recta, más no paralela, a ambos lados de la Basílica y se abre curvándose, para representar un abrazo de acogimiento a los fieles
En el centro hay un obelisco de 25 m, sacado de un circo romano, que fue colocado para recordar el martirio de San Pedro, que según algunos fue crucificado en el circo de Nerón.
A ambos lados de la plaza, hay dos fuentes, a la derecha la de Maderno y a la izquierda, la de Bernini.
Basílica de San Pedro
La Basílica, edificada sobre la tumba de San Pedro, que se conserva bajo el altar mayor, comenzó a construirse en el siglo XVI y durante 120 años los mejores artistas de la época aportaron su trabajo. Desde Alberti a Bernini, pasando por Bramante, Miguel Angel y Maderno.
Como telón de fondo, la Basílica de San Pedro
Para entrar a la Basílica, no tuvimos que pagar, solo hacer la interminable fila, que daba la vuelta a toda la plaza, ya que ese día en particular había una misa especial, a la que asistían miles de estudiantes.
Les dejo un tip, que recomendé a unos amigos y funcionó muy bien.
Vayan primero a los Museos Vaticanos, y cuando salgan de la Capilla Sixtina, entren directamente en San Pedro. Es una excelente forma de evitar la fila.
Cuando pudimos entrar, fuimos directamente a la cúpula. La entrada está a la derecha, apenas ingresar y ahí si hay que pagar € 7 para subir una parte en ascensor o € 5, si quieren subir todo por escalera.
Son unos 320 escalones con ascensor o unos 550 escalones en total. La decisión es de ustedes.
Por suerte, mucha gente se quedaba admirando la Basílica y subimos sin esperar.
Para llegar a la parte más alta, hay que subir por una estrecha escalera que va rodeando la cúpula y siguiendo su forma, dentro del doble casquete de que está compuesta, haciendo una especie de espiral bastante cansador.
Para bajar se usa otra escalera.
Lo mejor es la vista sobre la plaza, lo demás no es nada del otro mundo.
La Plaza San Pedro desde la cúpula de la basílica
Mientras bajábamos, hicimos una escala en la terraza, que está a la altura de la base de la cúpula, donde hay venta de souvenirs, artículos religiosos y cafetería.
Cuando terminamos, entramos a la Basílica, que estaba llena y solo se podía caminar por un sector de las naves laterales.
La sensación de estar ahí, por lo menos para mí, no se puede describir con palabras, hay que vivirla.
El interior de San Pedro, una sensación indescriptible
«La Piedad», otra de las geniales obras de Miguel Angel
Por desgracia, en ese momento, no se podía llegar bajo la cúpula y ver de cerca el baldaquino de Bernini. Los de seguridad, dijeron que cuando terminara la misa, había que hacer salir a toda la gente y recién se podría entrar nuevamente.
Museos Vaticanos y la Capilla Sixtina
Por suerte, habíamos reservado también estas entradas, así que la espera fue corta. Sin entradas la cola es terrible.
Solo faltó que nos pusieran el hierro caliente ya saben donde.
La incesante orden de “sigan”, “sigan”, “no se detengan”, “no saquen fotos”, “no, no y más no”, durante el largo recorrido, realmente empañaron la experiencia.
Por supuesto, todo el mundo paraba y sacaba fotos, sobre todo al llegar a la Capilla Sixtina y poder admirar la magia de Miguel Angel.
El arte de los Museos Vaticanos
La Capilla Sixtina
La «Creación de Adán» y el genio de Miguel Angel
Al finalizar, hubo una buena noticia, pudimos entrar a la Basílica directamente y ya habían permitido el paso, así que pudimos acercarnos al baldaquino y antes de salir, bajar adonde están las tumbas de los Papas.
El Baldaquino de Bernini bajo la cúpula de Miguel Angel
Castel Sant’Angelo
Para finalizar la visita al pequeño estado, caminamos por la Via della Conciliazione hasta el Castel Sant’Angelo.
La construcción del castillo, comenzó en el año 135, bajo las órdenes del emperador Adriano, que planeaba fuera su mausoleo familiar, pero sucedieron varias invasiones y saqueos, que lo transformaron en una fortaleza defensiva.
Su actual nombre, se debe a que en el año 590, una epidemia de peste devastaba la ciudad y el Papa Gregorio I, tuvo una visión del Arcángel San Miguel sobre el castillo, anunciando el fin de la epidemia. En su recuerdo, hay una estatua de un ángel, en la parte superior.
Las estatuas que vigilan el puente peatonal sobre el Tíber, son realmente dignas de admirar.
El Castel Sant’Angelo
Las hermosas estatuas del Puente Sant’ Angelo
Ultimo día en Roma
Esta iglesia, (ahora en restauración), se construyó en un terreno donado por Carlos VIII, el rey francés, por lo que la escalinata, simboliza la unión entre Francia y España, después del fin de la guerra.
Al pie de la escalera, está la Fontana della Barcaccia, que recuerda un bote que llegó hasta ahí por la crecida del Tíber en 1598. Fue construida por Pietro Bernini, ayudado por su hijo, el famoso Gian Lorenzo.
La escalinata a Piazza Spagna
Al fondo la Trinidad de los Montes
Después de ver como la policía perseguía y atrapaba a alguno de los vendedores ambulantes bangladesíes e indios, (de los que estaba llena Roma), y siguiendo con la visita a los centros populares, caminamos por la Via del Babuino, hasta la Piazza del Popolo.
Es una de las plazas más importantes de Roma. Si se mira desde arriba nos recuerda un poco a la Plaza San Pedro.
Rodeándola, se puede ver la iglesia de Santa María del Popolo y las casi mellizas, Santa María dei Miracoli y Santa María in Montesanto, divididas por la Via del Corso.
Del lado opuesto, se encuentra la Porta del Popolo o Porta Flaminia, una de las puertas de la Muralla Aureliana, desde donde comenzaba la Via Flaminia, que comunicaba Roma con el norte.
En el centro de la plaza hay un obelisco egipcio, que en un tiempo estuvo ubicado en el Circo Máximo.
A la derecha de la Porta del Popolo, están las Terrazas del Pincio, un monte que forma parte de los Jardines Borghese. En el siglo XIX, el Papa Pío VII, encargó el proyecto para unir la colina con la plaza y con la puerta.
A la izquierda Santa Maria in Montesanto, a la derecha Santa Maria dei Miracoli
Terrazas del Pincio
Me hubiera gustado conocer la Galería Borghese, que se encuentra del otro lado de los jardines, pero solo se puede entrar con reserva previa y no la teníamos.
De cualquier manera, hubo muchos lugares que nos faltó recorrer y otros por los que pasamos y no los describo, porque esto se haría eterno.
La natural belleza de los Jardines Borghese
Todo admirable, todo impresionante!
Como será costumbre en este viaje, nos faltó tiempo para disfrutar de todo lo que la ciudad ofrece. Espero que la moneda en la Fontana di Trevi, funcione y podamos volver.
Al día siguiente partimos hacia nuestra cuarta parada, nuestra visita relámpago a Calabria, más precisamente a conocer la comuna de Drapia, la tierra de mi abuelo.
El viaje en tren, como casi perdemos el de vuelta por culpa de un «tartufo» y lo que vimos, se los cuento en la próxima.
Ciento cuarenta santos rematan la columnata de Bernini